domingo, 1 de noviembre de 2009

Ser bisexual es lo mejor.

Esta historia me ocurrió hace pocas semanas, aunque se estuvo gestando meses. Tengo 22 años, soy lesbiana y mi cuerpo es muy bonito, dicen. Trabajo en una pizzería de encargada, con otras seis personas entre las que se encuentran una chiquita de 17 años y un chico de 19. Puedo contar lo que nos sucedio, porque salio bien y estoy contenta. Empiezo: A mí la niña me tiene loquita desde que entró hace un año, días después de cumplir los 16. Yo le gusto al chico, aunque no me lo ha dicho, sólo que lo noto cuando le miro a los ojos y se pone colorado. A ella le gusta él, siempre le está mirando. A él no le gusta ella porque la ve muy joven. A mí no me gusta él, ni ninguno, claro. A ella no le gusto yo porque es hetero. Un triángulo imposible. El caso es que ella siempre escuchaba con atención las conversaciones de las compañeras y compañeros, cuando se referían al sexo, diciendo que es algo maravilloso por supuesto. Hasta sus amigas se lo decían siempre. Esto hizo que ella se imaginara cosas y siempre dijera que le gustaría probar cuanto antes. Reconozco que yo la tocaba siempre que podía, notando mi corazón acelerarse y un calor exagerado. Estaba encoñada de esa criatura, en serio. Sus pechitos pequeños y redonditos, su culito prieto y a la justa medida de mis gustos, su cara virginal, pelo algo largo, rubito, ojos verdes rasgados... De miedo. El caso es que un día salimos a cenar todos juntos, pues tuvimos avería en la pizzería y cerramos. Tras la cena nos fuimos a un pub y charlamos en grupos o de dos en dos. Somos en total 9 personas. En una de las veces, quedamos hablando la niña y yo. Sacó el tema del sexo y de la pérdida ansiada de su virginidad. Entre risas causado por el alcohol, le dije que no se precipitara, que por querer hacerlo cuanto antes se la llevaría cualquier asqueroso de esos que sólo van a lo suyo y le haría daño sin dejarla disfrutar. Busca a alguien que sea sensible, que sea limpio de cuerpo y alma, alguien de quien te puedas enamorar, le dije. Ella respondió con pesadumbre, indicando al mencionado chico con la cabeza: Si quisiera él... Ya, contesté yo, pero a él le gusto yo y no tú. Lo siento. Pero te lo regalo, porque, no sé si lo sabes, pero no me gustan los hombres. Su cara fue un poema, pero no se molestó y siguió hablando y riendo conmigo. Los días transcurrieron sin pena ni gloria y dos meses después nos dijo que iba a ser su cumpleaños en una semana y que nos invitaba después del trabajo a tomar algo en una disco. Cuando salimos esa noche, me presté para llevarla a casa en mi coche y aceptó. Yo fui todo el camino mirándola de reojo y en un par de ocasiones noté cómo ella me miraba a mí. Yo pensaba que era por el flash que se llevó con mi declaración de homosexualidad, pero no le di importancia. Cuando llegamos a su portal, paré y le pedí que me dijera que regalo quería para su cumpleaños, pues desconozco sus gustos. Rápidamente lanzó un "tu regalo serás tú misma". La miré alucinada, extrañada, sorprendida y muy muy feliz. Al ver mi sorpresa, me dijo: Ya se que las lesbianas lo haces con consoladores que piensas con un cinturón, quiero que lo hagas tu con uno de esos. Asentí con la cabeza y le dije que ya hablaríamos sobre el tema y me fui. Mi sonrisa era de oreja a oreja en el camino a casa. Toda esa semana estuve planeando cómo hacerlo. Dos días antes de la celebración, recogiendo en el local, tanto el chico, como ella o yo, nos percatamos mirándonos unos a otros. Se me encendió la luz y decidí hablar con él. Y así lo hice. Le propuse un trío con ella, sabiendo que no le atraía mucho la niña. Alegué que él podría estar conmigo y no lo pensó más, aceptando al momento. Y llegó el gran día. Salimos de trabajar, nos fuimos a duchar y nos reunimos en la disco. Nosotras dos estuvimos poco tiempo. Le di una llave de mi casa al chico y nos fuimos ella y yo. Llegamos a casa. La vi nerviosa. No sé si por la situación de estar a punto de hacer el amor con una chica o porque iba a dejar de una vez de ser virgen. Comencé a besarla suavemente en la cara, en los labios, en el cuello... Se tiró a mi boca y me morreó como si fuera su amor de toda la vida. La llevé a mi cuarto y la tumbé en la cama boca abajo. Le quité la blusa y besé y lamí su espalda. La giré y besé y lamí su torso. La giré y le quité el sujetador, lamiendo todo de nuevo. Comiéndole y besándole las piernas y el resto. La giré e hice lo mismo por delante. A cada prenda que le quitaba, besaba mordía o lamía la parte descubierta y el resto, primero por detrás y luego por delante. De ese modo, acabó desnuda y con su chochito ante mí, para que yo se lo comiera como nunca nadie repetirá, estoy segura. Llegó al orgasmo en pocos minutos, pero no me detuve, por supuesto. Le metí un dedo con cuidado de no romper nada aun, mientras chupaba su clítoris, tan jugoso con todo mojadito alrededor. Se desasía y retorcía gimiendo sin articular palabra. Le rebocé todo el cuerpo con la lengua, los labios, los dientes y se moría de placer. Otro orgasmo. Con un grito me pidió: Rómpeme ya el virgo por favor!! Saca ese aparato y métemelo hasta el fondo!! Entonces di paso a la segunda fase de mi plan. Le dije que lo haría, pero no todavía, que era mejor hacer una cosa que daba mucho morbo y ponía a 1000 por hora a cualquier persona. Naturalmente aceptó. Saque de la mesita de noche unos pañuelos negros y le até las muñecas y los tobillos a la cama con 4 de ellos. Con el que me quedaba, le vendé los ojos. Prepárate que vas a morir de placer; esto será el mejor polvo que tengas jamás, le anuncie. Entonces le acaricie todo el cuerpo muy suavemente, casi sin tocarla. Se estremecía y gemía. Follameeeeeee!!!!, repetía la pobre. Todavía no, le dije. Antes me voy a masturbar y así te calmas, que llevas ya unos cuantos orgasmos y puede ser malo. Me hizo caso, pues no sabe mucho del tema. La dejé para que se relajara, dando paso al tercero que nos faltaba, que llevaba mirando un buen rato escondido. Me abrí de piernas y él comenzó a chuparme el chochete. Estaba encantado el hombre. Me comió la almeja y todo lo que se come. Lo cierto es que yo disfrutaba mucho, para qué negarlo. Cuando tuve mis correspondientes orgasmos, le dije a la niña que era el momento, que me iba a poner el dildo, pero antes le mojaría de nuevo la vagina. Lo que quieras!!, gritó. Me puse a ello, mientras el chico me lo comía a mí, luego me subí un poco y le pedí a ella que chupara el consolador, lo que empezó a hacer sin mucha habilidad, pero daba lo mismo, era un aparato sin sensibilidad. Le comí las tetitas de nuevo y me retiré. Ahora va el desvirgamiento, le anuncié. Venga, dijo ella. La desaté, pero no le quité la venda. Lo que sí hice fue atarle de nuevo una mano a la otra, para que no pudiera tocar su sorpresa, su auténtico regalo de cumpleaños. La atraje hasta casi el borde de la cama y estando yo de rodillas empecé a frotarle el coñito con el dildo, mientras el chico me la metía a mí. Después de un ratito así y ciento que ella estaba desesperada por tener algo dentro, me retiré y la arrastré hasta el mismo borde de la cama. El chico, en pie, empezó a introducir su buen nabo en el chochito de mi niña. La excitación y su falta de práctica no la dejaron notar que el pene era de verdad y más gordo y las manos de un hombre. Poco a poco fue frotando sus labios con la verga, luego empujó con la puntita, luego la sacó y frotó de nuevo. Finalmente, se la metió entera en tres embistes acertados. Ni se quejó mi reina. El chico se la folló como mandan los cánones. Cuando se iba a correr, la sacó y se abalanzó sobre ella, poniendo la polla cerca de su boca. Yo ayudé, diciendo a la niña que chupara el consolador. Lo hizo. Y el se corrió dentro de su boca. Le dio una pequeña arcada, pero siguió chupando; estaba muy caliente. Chupó hasta dejar seco aquel "consolador". Antes que reaccionara, la cogí deprisa y la até de nuevo, mientras se relamía. Me dijo: Jolin no se como será la leche de un tío, pero la que trae este cacharro esta buenísima! Me reí y él tuvo que aguantar la carcajada. Pedí a la niña que se relajara, para penetrarla otra vez, ahora que ya no había obstáculos. Aceptó. Entonces me tumbé en la alfombra y me abrí de piernas. Tenía que recompensar al chico, por su amabilidad y porque me deseaba de veras. Primero me comió el coño, lo lubricó y me folló un ratito, luego me giré y me lamió el ano, para meter todo su cacharro hasta el fondo. Lo único que no hago es chupársela a un tío, pero sí que deje que se corriera en mi pecho con una cubana. Luego me puse el dildo y me folle de nuevo a la niña, mientras él me mordía el culo y me sobaba las tetas. Y el chaval era cumplidor, porque, y ahora viene el final, desatamos a la niña, le quitamos la venda y... lloró como una bendita, mi vida, cuando vio a su amado. Él estaba como un toro de nuevo y, como he dicho, cumplió otra vez, ensartando a la niña y acabando dentro de ella. Cuando la sacó, ella chupó de nuevo, notando que el sabor era el mismo Lo repetimos a menudo, ya con los ojos abiertos los 3 y hasta se la mamamos entre las dos al chico.

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