viernes, 10 de diciembre de 2010

Diario

Lunes



En algún momento apoyé mi cabeza contra la carpeta, como
durmiendo. Y mi parte trasera se ha pegado bien atrás, pegadita al respaldo del
asiento. Mi compañero de la carpeta de atrás ha puesto su rodilla justo en una
rendija por donde puede alcanzar mi trasero. Lo ha hecho despacio para no
sobresaltarme, primero un leve roce, como una caricia. Mis pensamientos han
volado lejos con ese contacto. Me hago la dormida como autorizándolo a seguir, y
sueño despierta que estoy en una tienda de ropa para mujeres. Estoy allí sola,
con toda la ropa a mi disposición.



Él sigue rozando su rodilla contra mi trasero. Y por esas
caricias alucino que de pronto aparece alguien que parece ser un empleado de la
tienda, uniformado, guapísimo y fornido. Me dice que está allí para servirme,
que estamos solos, que una amiga ha pagado el servicio para realizar mi sueño de
ser una mujer esa noche. Mientras me habla, me toma de la mano y me conduce por
la tienda. Yo paseo por allí escogiendo la ropa, tomo primero un vestido verde,
y un juego completo de lencería negra. Luego zapatos de tacos.



Una vez en el probador, él se retira y me deja vestirme sola.
Me despojo de la ropa que llevo puesta y la arrojo lejos, decidida a ser una
completa mujer. Salgo completamente vestida. Mi acompañante me recibe tomandome
de la cintura y llevando mi femenino cuerpecito hacia el suyo, duro, contundente
y muy masculino. Ese hombre me tiene tomada de una forma que me hace sentir
entregada a su fuerza, que me somete y despierta mi química más femenina. Siento
su olor de macho y de mi pequeño pene brota un leve chorro que me lubrica. Por
primera vez en mi vida no lo siento como un órgano masculino, sino como si esa
pequeña tripita mía fuese también una mujercita, un clítoris también sometido a
la grandeza del pene de mi acompañante, cuya dureza ya había empezado a sentir
en mi muslo, al cual mi macho había colocado entre sus piernas.



De pronto me quedo sin ideas. Se acaba mi sueño y yo estoy
con mi culito levantado tratando de que la rodilla de mi compañero coincida con
mi agujero.



Mis pensamientos de mujer me habían hecho confundir la
fantasía con la realidad. Ese compañero era como mi acompañante de la tienda de
ropa. Y yo empecé mover mi culito para contribuir a ese baile delicioso que
nuestros cuerpos realizaban.



Había empezado a gemir discretamente, cuando el profesor
golpeó mi carpeta con una regla y me hizo saltar. Todo el salón se rió y yo no
sabía qué cara poner. Al parecer, nadie se había dado cuenta de lo que estaba
pasando debajo de las carpetas y me tomaban sólo por una dormilona.



Por supuesto, mi compañero retiró inmediatamente su rodilla.
Yo lamenté eso más que el susto que me dio el profesor, porque al final de
cuentas esa sorpresa me sirvió para excitarme pensando que en verdad me habían
descubierto en toda mi femenidad. Yo soñaba con anunciarme ante todo el salón
como la mujer que me siento. Anhelaba ser tratada como una dama y vestirme como
tal en el salón. Deseaba entrar al baño, levantarme el vestido para sentarme y
hacer pipí como una señorita.



Martes



La experiencia de ayer me ha dado fuerzas para ponerme un
calzón de mi hermana y dirigirme al colegio escondiendo alli mi secreto pero
también arriesgándome a ser descubierta. Por supuesto que en el fondo me moría
de ganas que me descubran. No sé por qué razón yo estaba segura que Freddy, mi
compañero de atrás, no le contaría a nadie de esa silenciosa relación que había
comenzado a surgir entre nosotros.



Apenas me senté, volví a poner mi culito bien atrás, pero él
no hizo nada. Me quedé así durante toda la clase, y me quedé frustrada pues
Freddy parecía haberse arrepentido.



Al salir al recreo, se formó un tumulto en la puerta, y en
medio de tanto delicioso olor a hombre, sentí una mano que me tomaba del culo.
Era Freddy. Yo traté de relajarme para que él sienta que su iniciativa
maravillosa contaba con mi plena aprobación. Pronto se disipó el gentío, y me
quedé nuevamente vacía, apenas con mi calzón como único símbolo de la mujer
oculta.



Tan fuerte fue mi deseo de sentir otra vez sus caricias, que
se me ocurrió una gran idea: buscar otro tumulto. Sabía que en el kiosko lo
encontraría. Así que allí me dirigí luego de lanzarle una mirada coqueta a
Freddy para que me siga. Y hasta alli me siguió Freddy, sólo que no fue su mano
lo que sentí esta vez, sino su miembro viril balanceándose contra mi trasero. No
duró mucho, pero ha sido muy delicioso para mí sentirme zamaqueada por primera
vez. He comprobado que la realidad es mucho mas rica que todas mis fantasias.




El mismo Martes por la noche



Aunque pensaba en en Freddy y en la femenina vivencia de
haber tenido un cazón puesto y un pene frotandome por atras, no sospeché que
fuese él el que estaba tocando a mi puerta. Mi hermana lo hizo pasar a la sala y
luego me llamó para que bajara de mi dormitorio. Adopté el paso de una princesa
mientras descendía por las escaleras, lo miré coquetamente y sonreí. En ese
momento me sentí enamorada. Luego de verificar que nadie nos miraba, me acerqué
a él y le di un beso en la mejilla, y me retiré hacia el sillón frente a él algo
sonrojada. Allí agaché la cabeza y lo miré de reojo. No sabía qué decir, y se me
ocurrió tomar un papel y un lápiz. Escribí algo y le entregué el papel:



"Freddy, piensa que tienes frente a ti a una mujer que te
ama"



Él extendió su mano para que le alcance el lápiz, y escribió:




"Desde ya considérame tu marido. Esto será siempre un secreto
entre los dos. Me voy. Nos vemos mañana"



Miércoles



Sin darnos cuenta, los dos habiamos definido el juego que
ibamos a seguir en el colegio. Yo le pasé un papel que decía: "Pon tu rodilla",
y él respondió: "Quiero que tu culito se coloque primero y muévelo para que yo
me excite. Quiero ver tu trasero sufriendo por mí, deseándome, mientras yo te
castigo negándote mi rodilla"



Al leer esas palabras, algo me remeció. Me estaba gustando
sentir que me humillaba. Fue una experiencia nueva y muy agradable que se
prolongó toda la clase, entre súplicas hacia quien empezaba a considerar como mi
hombre. Luego de varios ruegos de mi parte, él ponía su rodilla en el sitio
exacto donde me daba más placer y la retiraba poco después dejándome deseosa.
Los ruegos proseguían a través de papelitos y él me premiaba con una nueva
caricia. Y así, varias veces. Cuando su rodilla no estaba allí, me parecía que
mi cuerpo estaba incompleto, que faltaba algo de él tocándome, pero al mismo
tiempo me excitaba saberme sometida a él y depender de su voluntad. Sufría y
gozaba al mismo tiempo.



Jueves



Por momentos me provocaba llegar vestida de mujer al salón de
clases y otras veces me daba mucha verguenza. Cuando me sentía mujercita, era
bien mujer ante todo el mundo. Cuando la verguenza me cohibía, era una mujer
fiel a Freddy, y me complacía mucho sentirme su esclava. Las otras veces, en
cambio, soñaba con ser la mujer de todo el salón. Creo que gozaba al ser
castigada por él, sentía como que merecía ese castigo por mis malos
pensamientos.



Justamente con estos pensamientos entré al salón. Freddy es
bien macho y fuerte, pero Enrique es mucho más guapo. Así que toda la clase la
pasé mirándolo. Freedy no se dio cuenta, pero mientras me ponía su rodilla como
de costumbre y yo estaba con mi cabeza recostada sobre mi carpeta, mis
pensamientos estaban puestos en Enrique.



Al salir al recreo, me he colocado delante de él y me
detenido bruscamente para que él se choque conmigo, precisamente para que me
tome por detrás y me empuje. Yo he sentido su cuerpo arremetiendo contra mi
trasero y he simulado perder el equilibrio y caerme. Enrique me ayuda a
levantarme. Siento esos brazos tomando los míos y me incorporo soñando que mi
príncipe azul me levanta y me carga para llevarme a la cama.



Luego me dirijo al kiosko y lo espero. Enrique de pronto está
detrás mío y me toca el trasero con su mano. Yo muevo mi culito lateralmente en
señal de aprobación y él va más allá haciéndome sentir la inmensidad de su
miembro. Es mucho más grande que el Freddy, a quien en ese momento veo a mi
costado mirándome con cara de molesto. Lo siento deslizar su mano hacia mis
nalgas e interponiéndose entre Enrique y yo. Me toma de la cintura y me
balancea. Sin aviso, Freddy empieza a golpear a Enrique y se arma un lío de los
mil demonios. Yo huyo despavorida y me hago la enferma para que me envíen a mi
casa.



Ya en la tranquilidad de mi dormitorio, recuerdo los momentos
y pienso que todos se han dado cuenta. Por un lado me sentía temerosa, pero por
el otro... ¡qué inmesa alegría! Mi identidad femenina avanzaba a grandes pasos.
De la emoción, me puse el vestido que le había robado a mi hermana. Y fue en ese
momento en que Freddy llamaba a la puerta de mi casa y escuché que mi mamá le
indicaba que yo estaba en mi cuarto y que subiera no más.



Todas las casualidades se juntaron para que mi feminidad
avance. Cuando Freddy entró a mi cuarto, encontró a una jovencita, a una
adolescente excitada que corrió a sus brazos y le dio un beso.



--Ya todos lo saben, Sandra --me dijo.



--No me importa. Yo quiero ser una mujer.



--Todos en el salón quieren que mañana vayas como chica.



Me di media vuelta y puse mi trasero a su disposición.



--Pues hazme sentir mujer, mi amor, para estar preparada.



Freedy me abrazó, luego me tomó de la cabeza y me fue bajando
hasta que mi boca llegó a su miembro viril.



--Ve aprendiendo, nena, sácalo y chúpalo, que mañana te
presento como mi mujer. A Enrique le he sacado la mierda.



No más terminó de decir eso y yo estaba desesperada abriendo
el camino hacia su miembro. Fue la primera vez que mis labios sintieron la
humedad, la dureza y hasta los latidos de esa torre vigorosa que se me metía en
la boca y me dejaba todos sus jugos calientes y deliciosamente pegajosos.



Estrenada con una abundante eyaculación sobre mi cara, con su
leche chorreando por mi nariz y mis mejillas, con mi boca lamiendo con fuerza y
sacándole hasta la última gota: así he sido feliz esta noche. He vivido la
maravillosa experiencia de una sumisión total. Con el recuerdo de mi vestido
sobre mi cuerpo, con mi cuerpo de rodillas ante Freddy y mi boca brindándole
placer, con esas escenas de mi feminidad con una verga dentro de mi boca empiezo
a pensar en el día de mañana, cuando ingrese vestida de mujer al salón de
clases.



Viernes



Freddy pasó muy temprano por mi casa y me ayudó a escoger
entre los cuatro vestidos que le robé a mi hermana. Uno por uno me los fui
poniendo y desfilando ante él como una modelo de pasarela. Mientras caminaba
coquetamente, él me levantaba el vestido o me agarraba las nalgas. Yo me hacía
la ruborizada, la inocente, y noté que a Freedy le gustaba esa conducta mía.



El decidió por el vestido negro y la lencería del mismo
color. En un maletín metimos las medias negras, el calzón, el portaligas... Y
partimos hacia el colegio.



Pasamos por el baño, que por suerte estaba cerca del salón, y
de allí salí convertida en una colegiala rumbo a un aula con 30 hombres
excitados.



Freddy me tomó de la mano y me llevó hacia el salón. Yo
esperaba encontrar un alboroto, pero me di con la sorpresa que todos estaban
callados. Después de unos segundos de estar con la cabeza agachada, avergonzada,
levanté la vista y me encontré con la mirada penetrante de todos, examinándome
de pies a cabeza, con cara de asombro.



La quietud del salón se quebró con los primeros susurros.
Enrique quiso levantarse, pero Freddy le ordenó que se quedara en su lugar.
Todos empezaron a reclamar. Yo no sabía qué querían. Empezaron a discutir con
Freddy hasta que él no pudo contener a los demás, y me dijo que tenía que
chupársela a todo el salón.



A esas alturas, la idea no me resultaba nada desgradable,
pero me hice la ofendida, actitud que no duró más que unos segundos, pues
inmediatamente Enrique se acercó a mí, me tomó por atrás, y me dijo: "No
quisieras tener en la boca eso que sientes en tu culo". En realidad, lo que
sentía no era mucho. La verga de Enrique era muy pequeña, pero me pareció
simpático comenzar por la más chiquita y sentir cada vez una verga más grande.




Se sentó en la silla del profesor. Yo me puse de rodillas
inmediatamente, le abrí el pantalón y bajé la cremallera hasta que emergió su
pequeño pene, que creció algo al contacto de mis labios y los movimientos de mi
lengua.



Levanté la vista y vi el guapo su guapo rostro. Se la chupé
mientras lo miraba. Su belleza física me estimulaba a embestir contra su pene
sintiéndome una mujer muy afortunada al hacerle eso a alguien tan apuesto.



Enrique eyaculó rápida y sorpresivamente. El tamaño de su
pene no iba de acuerdo con la potencia de su eyaculación ni tampoco con la
cantidad de leche. Me mojó el cabello y todavía le alcanzó para mojarme buena
parte de la cara.



El siguiente era Javier. Cuando pasé mi mano por su sexo, me
sentí una delicada mujercita con a la enormidad de carne que estaba palpando. La
tenía apretada contra su pantalón y de costado. Empezaba a tomarla y recorría
toda su longitud, que parecía no acabar nunca. Cuando la sacó, todo el salón
aplaudió y se reía. Javier me sentó en la silla. Me dijo que cruzara las
piernas. Yo obedecí rápidamente, posando de la manera más femenina posible,
mientras seguía con la vista la enorme pinga de él, que se movía de un lado a
otro. Me pídió que pusiera las manos atrás, y que mirara hacia los demás, hacia
adelante. La mirada de todos se dirigía a mis piernas cruzadas y a mi vestido
algo levantado, que dejaba ver parte de mi liguero.



De pronto sentí algo húmedo y caliente en mi mejilla derecha.
Yo giré la cabeza para alcanzarla con mi boca, pero él se retiró gritándome que
siga mirando hacia adelante. No bien giré sumisamente, ya tenía en mi otra
mejilla esa misma humedad que anunciaba la presencia de unos 25 cms. de
masculinidad potente y amenazante. "No te muevas", me dijo. Y fue acercándose
hasta casi llegar a mis labios. Me moría de ganas de tener eso en mi boca, pero
él no me dejaba.



Continuó dibujando mi cara con su verga, y a su paso me
dejaba el rastro de sus jugos.



Cuando la puso sobre mis labios, yo abrí mi boca lentamente
dejando pasar la punta hacia mi interior. Fue una penetración oral, porque mi
boca alcanzaba con las justas para el diámetro descomunal de su pinga.



Con mi boca toda abierta, él se fue balanceando metiéndola y
sacándola, mojándome toda la boca y lubricándomela. Luego se quedó quieto. Fui
yo entonces quien empezó a moverse, pero él me dijo que no lo hiciera, que aún
no quería eyacular, pues quería metérmela por el culo.



No medí bien las consecuencias (y por supuesto, tampoco las
dimensiones de su miembro), porque acepté gustosa de inmediato.



Su primer avance fue una prueba de fuego. No era virgen, pues
en mis noches de mujer solitaria en mi casa, ya me había metido varias cosas por
el culo. Sin embargo, esa primera embestida me hizo gritar. Tomada de las
caderas, como a una perra, Javier empezó su paseo por mi conducto anal con un
intento breve, pero violento. Sentí nuevamente dolor, y sentí alivio cuando
deslizó su pene por la puertita de mis entrañas, lubricándolo. Me sentí bien
mojada y me animé a pedirle que ingresara ya a mi mundo interior, que estaba
lista, apta, preparada para cualquier cosa.



La primera barrera ya había sido vencida. Su cabeza estaba ya
dentro de mí, con comodidad. La puerta de mi culo estaba mojadísima, alojando a
un huésped muy querido y deseado.



El segundo avance fue muy difícil. A pesar de que yo sentía
adentro cómo sus juguitos brotaban para ayudarme a soportar mejor sus
embestidas, el dolor era bien fuerte, aunque también era delicioso. Comencé a
gritar que me dolía mucho.



--Me duele!, me duele!... pero me gusta!!!!



--No me digas eso que me alocas -- me dijo Javier.



Y acompañó a sus palabras con una embestida brutal que quebró
cualquier final resistencia.



Él era ya poseedor de mis entrañas. Entraba y salía como en
su casa. Mi culito, dilatado, latía cuando él retiraba toda su interminable
longitud. Debo confesar que esa parte de la penetración anal tiene un gustito
especial. Todo él se va retirando y una siente la fricción de otra manera, como
cuando nos sentamos a defecar (disculpen la vulgaridad), pero con la diferencia
que nosotras no controlamos esa retirada. Es como si él decidiera por nosotras.




Yo la tenía toda adentro destrozándome cada centímetro
conquistado, cuando entró el profesor y...



..reclamó su parte!!.



Javier me la metía por el culo y el profe me penetraba por la
boca. Los dos estaban tan sincronizados, que sus movimientos resultaban
elegantes y el sentirme poseída me estaba siendo muy cómodo. Javier eyaculó
primero dejándome más húmeda por dentro. Pero eso no impidió que yo siguiera con
toda su torre adentro. La dejó allí, rígida y quieta, en toda su extensión,
explorando serenamente mi interior.



Yo estaba sentada sobre Javier, y tenía que agacharme para
alcanzar la verga del profe. Cuando eyaculó, lo hizo con la verga adentro, y
lanzó un chorro que me hizo atorar y toser hasta escupir toda su leche hacia su
miembro, el cual mamé hasta dejarlo seco, flácido y exhausto.



Sábado



Me despierto boca abajo. Mi pene, perdón, mi clítoris se
frota con la cama. Levanto luego mi culito. Soy una mujer