martes, 28 de julio de 2009

Marido Travesti

Cada mes leo su revista con mucha atención, por lo que ya no me sorprende pensar que toda esa gente que veo en la calle tenga una vida sexual tan activa como yo. Cuando camino por las avenidas de mi ciudad me imagino cómo serán las personas que envían sus cartas a Foro En los transportes, con más calma, fantaseo en unir a tal o cual persona con su respectiva pareja, haciéndolos interactuar como en la revista.
A veces me veo a mí mismo hablándoles acerca de mi travestismo y la manera en como lo comparto con mi esposa. Porque deben saber que desde hace mucho tiempo me gusta vestirme de mujer. Ya no recuerdo la fecha en que comencé a hacerlo, de todos modos no importa. Temí que mi esposa alguna vez me descubriera y que eso fuera motivo de separación. Por fortuna, no tuve que ser yo quien propusiera la idea de vestirme de mujer.
Todo comenzó cuando desde la cama observaba a mi esposa desvestirse y ella bromeaba conmigo, diciéndome que me vería muy bien con su ropa interior y hasta me puso el sostén. Eso, claro, me excitó a más no poder. Lo sensacional no fue sólo eso, sino que me di cuenta que ella también estaba muy excitada se mordía los labios y visiblemente nerviosa empezó a buscar en los cajones del clóset más prendas; Termino ,por ponerme una de sus pelucas, un sostén, pantaletas, liguero, medias. Luego pintó mis labios y me maquilló. La mujer que aparecía en el espejo no me era del todo desconocida. Cuando concluyo la transformacion, me confesó que le gustaba tanto o mas vestido como mujer y ella que en el papel de hombre.

Yo guardaba silencio, al fin el ansiado momento llegaba. Las fantasías de hacerle el amor vestido de mujer estaban a punto de hacerse realidad. Acariciaba mis hombros con una singular vehemencia jamás. había pensado que un día mi, esposa deslizaría sus manos bajo las copas de un sostén para buscar deseosa mis tetillas. Los pequeños pellizcos que me propinaba hicieron que mi pene se convirtiera en un mástil deseoso de desaparecer en la caverna caliente de. la vulva de Rita. Mientras tanto, a pesar de que ella seguía en ropa interior, a través de su sostén se podían ver sus pezones hinchados y endurecidos por el deseo Me pidió que me pusiera de pie y comenzó a besarme, asumiendo una actitud de mando muy masculina. Clavaba sus dedos y su uñas en mis glúteos pasando de manera constante la palma de su mano sobre mi erecto falo.
Yo hacía lo mismo en sus partes Sus piernas siempre me han atraído poderosamente y ni qué decir de sus glúteos, redondos, firmes y elevados como los de una bailarina de ballet."Chúpame 1os senos preciosa" me ordenó en tono ardiente. No acababa de pedirme que lo hiciera, cuando ya se habla bajado las copas de su brasier y me ofrecía uno de ellos, acercándolo hasta mis hambrientos labios con lujuriosos movimientos. El lápiz labial que me había puesto en los labios tiñó de rojo su excitada y contraída areola en cuanto comencé a succionar su pezón, que tenía una singular rugosidad y cuyo volumen ¡ parecía agrandarse a cada chupada. Estaba embebido chupando su delicioso seno cuando me confesó algunos de sus secretos íntimos que ahora compartiré con ustedes. Según me comentó, desde hacía tiempo deseaba que otra mujer la acariciara provocándola hasta desatar sus instintos lesbios. Añadió suplicante mirándome a los ojos: Ámame mi cielo, chupa mis senos con toda la pasion que eres capaz de demostrar Enloquecidos de placer caímos en la cama, en tanto su mano hurgaba con desesperación debajo de mis pantaletas para sacarme el erguido miembro; que desde hacía rato goteaba líquido lubricante.
La humedad de mi sexo empapó su mano, lo qué ella aprovechó para masturbare Me atrevo a recomendarles que intenten esto ¿Se imaginan lo que es cumplir una fantasía sin temor de que nuestra pareja se espante, impulsados por ella? De manera hábil soltó el broche del sostén que ella misma me había colocado y con gran agitación se lanzó sobre mis tetillas, para amasarlas y chuparlas como si fueran los pezones de una mujer. Las succionaba con tal fuerza que me provocaba dolor, pero ni modo de quejarme. Haré que sientas lo mismo que yo, decía en tono ardiente. Pero no cesaba de acariciarme el miembro, apretándolo, jalándolo, ordeñándolo como muchas veces había hecho yo mismo con sus ubres. Estábamos muy excitados, de modo que cuando metí la mano en la entrada de su vagina, ésta ya pare- cía manantial de lubricante. Mis dedos se perdía á momentos en ese exquisito delirio aromático. Traté de desnudarme para penetrarla pero ella me lo impidió. déjate la ropa, quiero que me penetres así, vestido de mujer," abrió las piernas con sus manos como un compás y condujo mi falo hasta la entrada de su vulva. Estiró sus manos y me abrazó, atrayendo mi cuerpo hacia ella con verdadera. voluptuosidad.
Me sobaba las tetillas al tiempo que me obligaba a entrar en ella,. Por mi parte, imitaba todos sus movimientos, colocando mis manos sobre sus redondeces que se meneaban conforme metía y sacaba mí pene. Al volver la vista hacia el espejo vi la escena que me impulsó a escribirles esta carta: ella acostada en la cama con las piernas totalmente abiertas. y yo, vestido y maquillado como mujer, penetrándola con locura. El hecho de contemplarme con ese liguero y las medias hizo que arreciara mis jadeos y arremetidas. Sentí que podía eyacular en cualquier momento, pero ella me hizo a un lado para ponerse en la posición conocida como "de perrito", Ella sabe que esa postura me resulta irresistible, ya que no puedo controlarme cuando veo sus nalgas ofreciéndome tal placer .
Desde ésa vez hemos repetido muchas veces la experiencia; ya ella conoce mi secreto, por lo que la hora puedo decires que soy un travestí completamente satisfecho.

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